La revolución digital ha exacerbado el camino hacia la posverdad. Lo que antes considerábamos como incuestionable, medible y sostenido por la ciencia, hoy no tiene consenso. A su vez, estas ideas sin fundamentos circulan libremente y conviven entre sí las teorías conspirativas con documentales científicos. Las redes sociales son el lugar donde se produce este fenómeno y por el cual, algorítmicamente, la información que el usuario consume se retroalimenta al punto de que parece validarse, ya que aparecen discursos similares que- según entendió el algoritmo- podría interesarle. Este jurgo en la mente del usuario cumple un rol de respaldo que permite que una noticia sea creíble. La capacidad de daño de estas, reside en una estrategia para arrasar en la conversación. Según un estudio, las fake news se propagan seis veces más rápido que una noticia ya que su impronta radica no en lo que se quiere transmitir informativamente, sino expresivamente (abuso, despectivo sobre el otro). Como conclusión, la tendencia a las noticias falsas no es casual sino que, responde a un modelo de desinformación lucrativo propio del modelo económico |